Perdido en el sofá entre los cojines,
o debajo de camas o neveras,
envuelto entre pelusas como crines
cual pasador entre puerca pelambrera.
O mangado por una compañera.
O caído del bolso en un gran cine.
O mordido por dientes alevines.
O escondido entre cáscaras de pera.
Se escapa para siempre de su dueño,
como lo hacen del mar brumas y nubes,
no importa cuánto éste ponga empeño.
Comprando uno negro ahora anduve,
y hace tres días, uno más pequeño.
No sé decirte cuántos bolis tuve.
18.5.08
Suscribirse a:
Entradas (Atom)